He aprendido que a la vida debo depositarle paciencia. No
siempre las cosas suceden como uno quiere o como uno cree.
Con los años me voy dando cuenta que solo somos el motor, somos
la energía que encauzamos hacia un camino, un camino en constante cambio.
Somos, solo en cierta manera, los que disfrutamos y damos
forma al paisaje, los que le damos color, los que se lo quitamos; pero las calles, los caminos, los senderos están
ahí, desde siempre.
Somos como masas de plastilina que vamos dando forma,
cogiendo de aquí y de allá, haciéndonos a nosotros mismos según lo que vivimos,
según vamos asimilando en nuestro interior, según las puertas cerradas que nos
vamos encontrando, según las abiertas por las que vamos pasando, según las
personas que nos van dando la espalda y las que ofrecen sus manos.
He aprendido a dejarme llevar como las hojas en otoño, intentado
caer en el mejor jardín posible.
Soy dueña de mi vida, dueña de ver las cosas a mi manera, de
apreciar lo que verdaderamente importa, soy dueña de mis actos, por eso a cada
paso que doy pienso en todas las opciones. Pienso en los post, en los contras;
pienso si verdaderamente lo quiero y las cosas que implican.
Pero aunque en cada decisión se oculten peligros, no me aterro,
me envalentono en el último segundo y salto. (El mundo no esta hecho para los cobardes)
Y aunque haya dado el paso, el transcurso de las cosas es inimaginable,
estaremos preparados para la opción
A, la B o la C, pero de repente tienes una opción desconocida,
la DC. Entonces
es cuando nos damos cuenta que solo podemos intuir las posibles opciones, e
intentar escoger las mejores que se nos vayan prestando, y si se nos plantea la
DC, echaremos “pálante”!.
Al final importa elegir bien, tanto si lo bueno es BC... como como si es AC o BA... lo importante es que la vida propoga y tú dispongas.
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